ENTREVISTA PIEDAD BONNETT, ESCRITORA
Piedad Bonnett: "La literatura sí sana"
"Con 'Lo que no tiene nombre' yo estaba tocando unas llagas tremendas de esta sociedad" "Siempre he considerado a la literatura como catártica, como una transposición y un distancimiento de lo que me afecta"
El libro "Poesía reunida" reúne toda la obra poética de la escritora colombiana Piedad Ponnet CORTESÍA
DULCE MARÍA RAMOS , PIEDAD BONNETT , ESCRITORA | ESPECIAL / EL UNIVERSAL
domingo 13 de marzo de 2016 12:00 AM
"Como el molusco los poetas tenemos una belleza extraña, que atrae y que repugna", así empieza Perlas, poema que expresa el ars poética de la escritora colombiana Piedad Bonnett, una de las voces más importantes de las letras en Latinoamérica.
La vida literaria de Bonnett empezó ese tarde de lluvia en Bogotá, tendría quince años, cuando se sumergió en la novela Crimen y castigo de Dostoievski. Aa partir de ahí la literatura y la poesía serían sus fieles compañeras, especialmente en los momentos más dolorosos.
-Poesía reunida permitirá a sus lectores leer su trabajo poético. ¿Fue difícil el proceso de relectura?
-Una obra reunida se la dan a una persona que tiene cierta edad y cierta cantidad de libros. Por un lado, es una culminación, pero por el otro lado te señala una línea que ya llegó a una curva. Es una oportunidad, pero te hace pensar que ya rebasaste una edad. Yo me siento muy viva, muy activa, siento que puede venir algo sólido producto de la madurez. En cuanto a mirarme a mí misma a través de los libros que escribí, es como leer la propia vida, porque la poesía nace de circunstancias personales, de sentimientos, entonces fue un recorrido también de memoria. Fue como repasarme autobiográficamente, ver el camino literario que he hecho, recordar las influencias de cada uno de esos libros. Miré cómo iba cambiando mi voz.
-Si tomamos un poema en particular, ¿se podría considerar Perlas su ars poética?
-Yo tengo varios poemas que, sin llamarse arte poética, de alguna manera sí traducen lo que para mí es la poesía. En algunos libros formulé la poesía como catársis, como una compensación al dolor, como una compensación al desencuentro con las cosas del mundo. Perlas se concentra en las zonas oscuras, termina: "Lo oscuro pare luz, y eso consuela". En mi caso, la mayor parte de los poemas salen de la oscuridad, de zonas dolorosas.
-¿Cómo ve a la Piedad adolescente que empezaba a escribir y a la Piedad que escribe ahora?
-Esa jovencita era angustiada, una persona en desacuerdo con el mundo, con la autoridad del padre, con su propio cuerpo, con Dios, con las imposiciones sociales. Era una persona que encontraba una salida en la poesía y la literatura. La persona que soy hoy ha pasado por muchas vicisitudes, por dolores grandes. Lo que me diferencia es que me he serenado, he encontrado plenitud en la literatura. Antes era una incertidumbre: si iba a poder, si iba a tener talento. Ahora tengo la consciencia de que sí pude. Después de los golpes tan duros que me ha dado la vida, afortunadamente no tengo resentimiento, no tengo amargura, tengo amor por la vida, me he renconciliado con muchas cosas del mundo.
-Entonces, ¿la literatura salva?
-Siempre he considerado a la literatura como catártica, como una transposición y un distancimiento de lo que me afecta. Es una manera de compartir con otros una confidencia transfigurada en una experiencia más universal. Creo que la literatura sí salva, sí sana.
-Usted confesó en una entrevista que su rutina y proceso de escritura ha cambiado con los años. ¿Cómo vive la escritura hoy?
-Antes trabajaba más compulsivamente, porque le tenía que robar tiempo a un montón de cosas: mi maternidad, mi domesticidad, mis clases en la universidad. Ahora trabajo de una manera más relajada, pero el ruido del mundo me sigue molestando. Yo quisiera más soledad, más aislamiento, menos figuración, porque sucede que el reconocimiento viene de la mano de muchas demandas y eso para un escritor es muy perturbador. Pero ahora saco tiempo para mis amigos, leer mucho lo que no alcancé a leer antes, en fin.
-Después de tres años de la publicación de su novela Lo que no tiene nombre, muchos lectores siguen conectados con la obra. ¿Qué siente ante esto?
-Te voy a contestar con una frase que tiene cierto sesgo sentimental: "Es el regalo que me dio la muerte de Daniel". Él se fue, pero me dejó esa posibilidad. Yo no estaba buscando la comunicación con la gente de esa manera tan intensa, estaba buscando más bien una comunicación conmigo misma y con Daniel. Resultó que yo estaba tocando unas llagas tan tremendas de esta sociedad y eso se convirtió en mucho conocimiento para mí. Me metí en el alma humana de la gente que sufre, visualicé un panorama muy doloroso que hasta entonces no había vislumbrado. También de ayudar, porque he estado hablando en auditorios llenos de médicos, le he contestado cartas a muchas madres, a muchachos que piensan en el suicidio. Creo que los escritores también escribimos para comunicarnos a fondo con la gente.
-Hablando de la poesía colombiana más reciente, ¿qué autores puede mencionar?
-Tenemos unos nombres muy conocidos como Darío Jaramillo, Juan Manuel Roca, pero hay otros autores que son muy buenos y no se leen lo suficiente como José Manuel Arando, Raúl Goméz Jattin. Y de los que están vivos me gustan Rómulo Bustos, Ramón Cote, Jorge Cadavid. Y entre las mujeres, Andrea Cote, Lucía Estrada y Fátima Vélez.
-¿Cuál es su visión de la poesía venezolana?
-Venezuela tiene una poesía muy sólida, con nombres tan importantes como Eugenio Montejo, Rafael Cadenas, y merece mucha atención del resto de América Latina.
-¿Puede Piedad Bonnett sobrevivir sin poesía?
-No puedo dejar al menos la lectura de la poesía. Pero cada vez me cuesta más trabajo encontrar poetas que me gusten, ¿cómo te parece? ¡Una tragedia!
-En su poesía es recurrente la imagen de la ventana. ¿Cómo sería hoy la ventana por donde usted mira?
-Es una ventana de un casa con muchos dolores, donde se vislumbra todavía la muerte: tengo a mis papás vivos muy viejitos, porque yo misma estoy llegando a una edad y uno también piensa en su muerte; pero esa ventana da a un paisaje que me serena, que no me produce grandes perturbaciones, más bien me llama a la reflexión, a la introspección, al disfrute de las cosas pequeñas y muy bonitas que quedan en mi vida, como por ejemplo mis nietas.
La vida literaria de Bonnett empezó ese tarde de lluvia en Bogotá, tendría quince años, cuando se sumergió en la novela Crimen y castigo de Dostoievski. Aa partir de ahí la literatura y la poesía serían sus fieles compañeras, especialmente en los momentos más dolorosos.
-Poesía reunida permitirá a sus lectores leer su trabajo poético. ¿Fue difícil el proceso de relectura?
-Una obra reunida se la dan a una persona que tiene cierta edad y cierta cantidad de libros. Por un lado, es una culminación, pero por el otro lado te señala una línea que ya llegó a una curva. Es una oportunidad, pero te hace pensar que ya rebasaste una edad. Yo me siento muy viva, muy activa, siento que puede venir algo sólido producto de la madurez. En cuanto a mirarme a mí misma a través de los libros que escribí, es como leer la propia vida, porque la poesía nace de circunstancias personales, de sentimientos, entonces fue un recorrido también de memoria. Fue como repasarme autobiográficamente, ver el camino literario que he hecho, recordar las influencias de cada uno de esos libros. Miré cómo iba cambiando mi voz.
-Si tomamos un poema en particular, ¿se podría considerar Perlas su ars poética?
-Yo tengo varios poemas que, sin llamarse arte poética, de alguna manera sí traducen lo que para mí es la poesía. En algunos libros formulé la poesía como catársis, como una compensación al dolor, como una compensación al desencuentro con las cosas del mundo. Perlas se concentra en las zonas oscuras, termina: "Lo oscuro pare luz, y eso consuela". En mi caso, la mayor parte de los poemas salen de la oscuridad, de zonas dolorosas.
-¿Cómo ve a la Piedad adolescente que empezaba a escribir y a la Piedad que escribe ahora?
-Esa jovencita era angustiada, una persona en desacuerdo con el mundo, con la autoridad del padre, con su propio cuerpo, con Dios, con las imposiciones sociales. Era una persona que encontraba una salida en la poesía y la literatura. La persona que soy hoy ha pasado por muchas vicisitudes, por dolores grandes. Lo que me diferencia es que me he serenado, he encontrado plenitud en la literatura. Antes era una incertidumbre: si iba a poder, si iba a tener talento. Ahora tengo la consciencia de que sí pude. Después de los golpes tan duros que me ha dado la vida, afortunadamente no tengo resentimiento, no tengo amargura, tengo amor por la vida, me he renconciliado con muchas cosas del mundo.
-Entonces, ¿la literatura salva?
-Siempre he considerado a la literatura como catártica, como una transposición y un distancimiento de lo que me afecta. Es una manera de compartir con otros una confidencia transfigurada en una experiencia más universal. Creo que la literatura sí salva, sí sana.
-Usted confesó en una entrevista que su rutina y proceso de escritura ha cambiado con los años. ¿Cómo vive la escritura hoy?
-Antes trabajaba más compulsivamente, porque le tenía que robar tiempo a un montón de cosas: mi maternidad, mi domesticidad, mis clases en la universidad. Ahora trabajo de una manera más relajada, pero el ruido del mundo me sigue molestando. Yo quisiera más soledad, más aislamiento, menos figuración, porque sucede que el reconocimiento viene de la mano de muchas demandas y eso para un escritor es muy perturbador. Pero ahora saco tiempo para mis amigos, leer mucho lo que no alcancé a leer antes, en fin.
-Después de tres años de la publicación de su novela Lo que no tiene nombre, muchos lectores siguen conectados con la obra. ¿Qué siente ante esto?
-Te voy a contestar con una frase que tiene cierto sesgo sentimental: "Es el regalo que me dio la muerte de Daniel". Él se fue, pero me dejó esa posibilidad. Yo no estaba buscando la comunicación con la gente de esa manera tan intensa, estaba buscando más bien una comunicación conmigo misma y con Daniel. Resultó que yo estaba tocando unas llagas tan tremendas de esta sociedad y eso se convirtió en mucho conocimiento para mí. Me metí en el alma humana de la gente que sufre, visualicé un panorama muy doloroso que hasta entonces no había vislumbrado. También de ayudar, porque he estado hablando en auditorios llenos de médicos, le he contestado cartas a muchas madres, a muchachos que piensan en el suicidio. Creo que los escritores también escribimos para comunicarnos a fondo con la gente.
-Hablando de la poesía colombiana más reciente, ¿qué autores puede mencionar?
-Tenemos unos nombres muy conocidos como Darío Jaramillo, Juan Manuel Roca, pero hay otros autores que son muy buenos y no se leen lo suficiente como José Manuel Arando, Raúl Goméz Jattin. Y de los que están vivos me gustan Rómulo Bustos, Ramón Cote, Jorge Cadavid. Y entre las mujeres, Andrea Cote, Lucía Estrada y Fátima Vélez.
-¿Cuál es su visión de la poesía venezolana?
-Venezuela tiene una poesía muy sólida, con nombres tan importantes como Eugenio Montejo, Rafael Cadenas, y merece mucha atención del resto de América Latina.
-¿Puede Piedad Bonnett sobrevivir sin poesía?
-No puedo dejar al menos la lectura de la poesía. Pero cada vez me cuesta más trabajo encontrar poetas que me gusten, ¿cómo te parece? ¡Una tragedia!
-En su poesía es recurrente la imagen de la ventana. ¿Cómo sería hoy la ventana por donde usted mira?
-Es una ventana de un casa con muchos dolores, donde se vislumbra todavía la muerte: tengo a mis papás vivos muy viejitos, porque yo misma estoy llegando a una edad y uno también piensa en su muerte; pero esa ventana da a un paisaje que me serena, que no me produce grandes perturbaciones, más bien me llama a la reflexión, a la introspección, al disfrute de las cosas pequeñas y muy bonitas que quedan en mi vida, como por ejemplo mis nietas.
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