Llegar a los 80 en la plenitud creativa
El escritor peruano Mario Vargas Llosa celebra mañana sus ocho décadas de vida.
Pese a la oposición de su padre, Mario Vargas Llosa se hizo escritor, a fuerza de disciplina
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AGENCIAS/EL UNIVERSAL
domingo 27 de marzo de 2016 12:43 PM
Mario Vargas Llosa cumple 80 años mañana 28 de marzo, un aniversario al que llega en plena facultad creativa y vital: acaba de publicar Cinco esquinas, y su vida personal es un hecho público tras la unión sentimental con Isabel Preysler.
Tal relación es una apuesta al amor, por estar y sentirse vivo que le ha hecho ser noticia más allá de la creación literaria o la actividad política, y que le ha colocado en las portadas de las revistas del corazón.
Y es que Mario Vargas Llosa, que nació en Arequipa (Perú) en 1936, siempre ha mostrado gran capacidad y disciplina para trabajar y un deseo vital que le ha llevado a meterse en diferentes ámbitos, además de la escritura, como ser candidato a la Presidencia de su país en 1990 o a subirse a los escenarios, como actor.
Con una vida marcada por los éxitos -salvo el fracaso de su experiencia política- y el favor de los lectores, cuenta con todos los premios posibles: Nobel, Cervantes, Príncipe de Asturias, Rómulo Gallegos, Planeta o Jerusalén, entre otros muchos. Igualmente, su historia está determinada por la figura de su padre, un hombre autoritario que nunca quiso que fuera escritor.
De la felicidad a la dureza
Antes Vargas Llosa vivía feliz en la ciudad boliviana de Cochabamba, donde su abuelo había sido destinado como cónsul; vivía arropado por su madre, sus abuelos, sus tías, y la escritura era ya un juego "exaltante y feliz".
Pero el retorno a Lima con sus padres, a los diez años, le devolvió a la dura realidad. Conoció el miedo, su padre le pegaba, le prohibió escribir y verse con sus amigos.
Tras un ingreso fallido en la Escuela Naval, entró en el Colegio Militar Leoncio Prado, un lugar duro, como dejó plasmado en La ciudad y los perros. Ahí comenzó a leer y a escribir como refugio contra la soledad y el miedo.
"Mi padre vio que tenía una vocación literaria, vio que escribía poemas, que leía mucho, y esto lo alarmó; él pensó que una vocación literaria era un pasaporte hacia el fracaso", señaló el autor en una entrevista. Pero "nunca había escrito tanto como en esos dos años", recordó.
Vargas Llosa comenzó a escribir La ciudad y los perros cuando tenía 22 años. Antes de triunfar en las librerías había estudiado Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y fue redactor en los diarios La Crónica y La Industria.
En 1959 obtuvo una beca para hacer el Doctorado en la Universidad Complutense de Madrid; y en España ganó uno de sus primeros premios, el Leopoldo Alas, por Los jefes.
Su deslumbrante carrera comenzó en los años sesenta con obras como La ciudad y los perros, La casa verde o Conversación en La Catedral.
Luego vendrían numerosas novelas: La guerra del fin del mundo, El hablador, La fiesta del chivo, El paraíso en la otra esquina o Travesuras de la niña mala, que lo consagrarían como uno de los grandes autores del mundo.
Admirador de Víctor Hugo y de Flaubert, Vargas Llosa cree que la literatura es "una expresión maravillosa de la libertad humana" que "ayuda a vivir".
Miembro del "boom" latinoamericano, la carrera literaria de Vargas Llosa no se entendería sin París, donde conoció a García Márquez, Borges, Cortázar; y sin Barcelona, donde se dedicó a la literatura gracias a la agente Carmen Balcells.
Tal relación es una apuesta al amor, por estar y sentirse vivo que le ha hecho ser noticia más allá de la creación literaria o la actividad política, y que le ha colocado en las portadas de las revistas del corazón.
Y es que Mario Vargas Llosa, que nació en Arequipa (Perú) en 1936, siempre ha mostrado gran capacidad y disciplina para trabajar y un deseo vital que le ha llevado a meterse en diferentes ámbitos, además de la escritura, como ser candidato a la Presidencia de su país en 1990 o a subirse a los escenarios, como actor.
Con una vida marcada por los éxitos -salvo el fracaso de su experiencia política- y el favor de los lectores, cuenta con todos los premios posibles: Nobel, Cervantes, Príncipe de Asturias, Rómulo Gallegos, Planeta o Jerusalén, entre otros muchos. Igualmente, su historia está determinada por la figura de su padre, un hombre autoritario que nunca quiso que fuera escritor.
De la felicidad a la dureza
Antes Vargas Llosa vivía feliz en la ciudad boliviana de Cochabamba, donde su abuelo había sido destinado como cónsul; vivía arropado por su madre, sus abuelos, sus tías, y la escritura era ya un juego "exaltante y feliz".
Pero el retorno a Lima con sus padres, a los diez años, le devolvió a la dura realidad. Conoció el miedo, su padre le pegaba, le prohibió escribir y verse con sus amigos.
Tras un ingreso fallido en la Escuela Naval, entró en el Colegio Militar Leoncio Prado, un lugar duro, como dejó plasmado en La ciudad y los perros. Ahí comenzó a leer y a escribir como refugio contra la soledad y el miedo.
"Mi padre vio que tenía una vocación literaria, vio que escribía poemas, que leía mucho, y esto lo alarmó; él pensó que una vocación literaria era un pasaporte hacia el fracaso", señaló el autor en una entrevista. Pero "nunca había escrito tanto como en esos dos años", recordó.
Vargas Llosa comenzó a escribir La ciudad y los perros cuando tenía 22 años. Antes de triunfar en las librerías había estudiado Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y fue redactor en los diarios La Crónica y La Industria.
En 1959 obtuvo una beca para hacer el Doctorado en la Universidad Complutense de Madrid; y en España ganó uno de sus primeros premios, el Leopoldo Alas, por Los jefes.
Su deslumbrante carrera comenzó en los años sesenta con obras como La ciudad y los perros, La casa verde o Conversación en La Catedral.
Luego vendrían numerosas novelas: La guerra del fin del mundo, El hablador, La fiesta del chivo, El paraíso en la otra esquina o Travesuras de la niña mala, que lo consagrarían como uno de los grandes autores del mundo.
Admirador de Víctor Hugo y de Flaubert, Vargas Llosa cree que la literatura es "una expresión maravillosa de la libertad humana" que "ayuda a vivir".
Miembro del "boom" latinoamericano, la carrera literaria de Vargas Llosa no se entendería sin París, donde conoció a García Márquez, Borges, Cortázar; y sin Barcelona, donde se dedicó a la literatura gracias a la agente Carmen Balcells.
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