Una nueva belleza

Una nueva belleza
Una nueva belleza que sólo yo reconozco: la que brota de mi alma

jueves, 24 de marzo de 2016

Si decidí en mi infancia buscar a Dios, lo Trascendente siguiendo el camino de Jesús de Nazareth, obvio que debo ser católica, por éso me he puesto a seguir la acción de este Papa Francisco, que me cae muy bien como ser humano, aunque debo ser honesta y reconocer que admiro la erudición del papa emérito Benedicto XVI, Joseph Ratzinger como hombre culto de Iglesia..

El periodista y escritor Jimmy Burns Marañón visitó recientemente Madrid. En la imagen, durante un momento de la entrevista concedida a ABC 
Periodista y escritor, ha escrito una minuciosa biografía «Franciscus, el Papa de la promesa», fruto de su educación jesuita y su conocimiento de la sociedad argentina que vio crecer a Jorge Mario Bergoglio

El Papa tiene el gran reto del terrorismo islámico, como mentaba, pero... ¿qué le queda por hacer al Papa?
Le queda muchísimo por hacer, empezando por su propia Iglesia. Porque ha provocado que haya sectores que no están de acuerdo con lo que está haciendo, le consideran demasiado «reformista», es un camino difícil porque, por un lado, tiene que reformar la institución para que no sea una Iglesia de museo, como dice, y por otro lado, no quiere irse como el Papa que provocó el sismo entre el conservadurismo o tradicionalismo y los reformistas. Quiere una unidad dentro de la Iglesia que acepte la pluralidad de opiniones, y tal vez de teologías, que es difícil. Por otro lado, el gran reto que tiene es el terrorismo de Islam. He subtitulado el libro como «El Papa de la promesa» que, en cierto modo, es un subtítulo claro, pero también ambiguo. Le considero un profeta, en el sentido evangélico, llevando a la sociedad a un mundo mejor, pero también es el Papa de la promesa. Hay un cierto interrogante, porque es un Papa que está corriendo contra el tiempo. Tiene 80 años, de salud ya sabemos que tiene medio pulmón que no existe, está mal de la espalda y tiene una vida que ningún otro Papa ha llevado. Se levanta a las 4 de la mañana, no toma vacaciones, los viajes... Él lleva ese tipo de vida, así que tiene poco tiempo para dejar a la Iglesia en manos de un sucesor, o que los cardenales elijan a otra persona en su propia línea. Ese es el reto para él, intentar avanzar todo lo que pueda sin provocar un sismo y, dentro de los pocos años que tenga, tal vez poner a la Iglesia y al mundo en una vida de transformación política, social y espiritual. Yo veo síntomas de transformación y de cambio. Y te doy simplemente un ejemplo: ¿quién hubiese imaginado hace cinco años que hubiese un acuerdo mediado por el Papa entre EE.UU y Cuba, y para el bien de la humanidad, ha sido una cosa positiva, entre EE.UU. e Irán para bien del mundo?
Entonces, ¿la gran promesa de Francisco es transformar la Iglesia o solo eso que me decía de reformarla sin provocar un gran cisma?
Reformarla sin provocar un gran cisma sería una gran transformación. Si tú provocas un sismo, no tienes transformación, tienes una batalla abierta.

Leo el final de su libro. «En medio de la oscuridad del mundo, todavía queda la luz que trae este mensajero. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mateo 5:9). ¿Cree que la mejor definición y a la que más se ajusta el Papa Francisco es la de «pacificador»?
Sí. Yo creo que es una palabra bonita, media entre las naciones y las personas. Es una persona que cuando entra en un cuarto donde la gente se está gritando, la calma de repente y resalta la importancia de poder escucharse el uno al otro. Reivindica también la importancia del silencio. Los jesuitas piensan no solo en tener contacto con el mundo real, sino también son contemplativos.
¿Qué le empuja realmente a escribir este libro? ¿Se puede escribir un libro sobre el Papa si no se es creyente?
Muy buena pregunta, que va al fondo de la cuestión. La razón por la que escribí este libro, lo que me inspiró fue un viaje de búsqueda de mi propia fe en un contexto de duda, de crisis de fe, que la tenemos todos. Había llegado un momento en mi vida, a pesar de haber sido criado en una familia de católicos y educado por los jesuitas, en que veía cosas en el mundo que quería explicar de otra manera que no fuese científica y analítica. Es un libro biográfico, sobre el Papa, pero también es mi propio camino en los pasos del Papa, buscándome a mi propio ser. Y por otra parte, también recoge el diálogo con la gran Iglesia de la humanidad, así que hablo con mujeres que se sienten fuera de la iglesia, con gays, con teólogos católicos que se sintieron fuera de la fe durante la época de Juan Pablo II y Ratzinger y que se sienten más contentos con este Papa. Ha sido un camino personal dentro de la duda en busca de mi fe. Respecto a su segunda pregunta, no. Un no creyente no entiende que el punto de partida y el fin tiene que ser una creencia, y yo creo que teniendo duda encaja perfectamente bien en nuestra fe. Es la gran paradoja que está en el Evangelio: Jesucristo estaba siempre con gente que tenía grandes dudas y con grandes conflictos. Desde María Magdalena, Lázaro... toda esta gente que siempre tuvo dudas, todos sus apóstoles y si no, mira San Pedro, siempre dudando de si «me voy a ahogar o no», «voy a traicionar o no», por eso somos humanos y estamos metidos en nuestra duda, pero gracias a Dios en esa búsqueda hacia nuestra fe, pensamos constantemente que Dios Existe. Yo busco a Dios en ti, y espero que tú en mí, y en todo el mundo.
¿Cuántos años ha estado investigando al Papa Francisco?
Comencé a investigar para el libro el segundo día de su elección.
Le he leído que cuando lo nombraron usted mismo tenía una venda, por la controversia moral que ha suscitado su «participación» o cierta «complicidad» en la junta militar argentina. ¿El libro despeja esas dudas y no cree que mucha gente tiene todavía ese velo de controversia y desconfía de Bergoglio?
Lo primero que escuché es que habían elegido a un argentino, y segundo, a Bergoglio. Mi reacción primera no era de euforia. Mi reacción era pensar en la «guerra sucia», los militares argentinos y sobre todo en la carencia ética y el fallo moral, institucional de la Iglesia argentina, que yo comparaba a la época de Pinochet en Chile y en El Salvador, donde los jesuitas fueron enfrentados. Así que uno de los restos para mí a la hora de escribir este libro es que se tenía que escribir sobre la participación en la guerra sucia como si fuese una investigación judicial, objetiva. Efectivamente fue lo que más tardé en preparar, el capítulo sobre la guerra sucia. El propio Papa ha leído el libro en inglés porque se lo he dado. Digo cosas de las que tal vez en su momento él no se dio cuenta: él mismo ha aceptado que pudo hacer más.
¿Cómo explicaría a un lector el rol que tuvo el Papa con el general Juan Perón, esa influencia grande que dice que tuvo por parte de Perón?
Bueno, es difícil para los que no conocen mucho la historia argentina, pero en síntesis, si tú eras un joven y empezabas a pensar en la doctrina social tradicional de la Iglesia y al mismo tiempo estabas pensando en entrar en el noviciado, como era el caso de Bergoglio, y coincides con el gobierno de Perón y Evita, coincides con un gobierno populista, pero que también estaba del lado de los pobres de cierto modo. Según parte de la Iglesia, encajaba dentro de la doctrina social que viene de muchos antes de Perón, y lo que creo que ha llevado dentro de sí Bergoglio es ese sentido utópico del peronismo de poder representar a los marginados, sobre todo, al pueblo pobre, a los que están sin representación, pero al mismo tiempo Francisco ha mostrado claramente la capacidad de distanciarse de dogmatismos, partidismos e ideologías. La clave está en que cuando él estuvo de arzobispo de Buenos Aires, tomó una posición muy crítica en esos momentos hacia el Gobierno peronista, que era el señor Kirchner, la señora Cristina Fernández Kirchner cuando él murió. Porque lo que él vivió fue una corrupción de los principios del peronismo y del bien común y que éste era un gobierno que estaba defraudando a los pobres.
En la página 195 de su libro, dice que subía mucho la radio para no ser escuchado. ¿Espió Kirchner al Papa Francisco?
Eso me contaron, o al menos, él pensaba que estaba siendo espiado. Y lo que me contó una persona cercana a él es que subía mucho el volumen de la radio para que no le escucharan porque tenía un cuarto donde se encontraba haciendo reuniones, pensaba que estaban siendo intervenidas y que su teléfono estaba pinchado.
Termino. ¿Cree que este Papa le tiene miedo a algo?
No tiene miedo. Yo le he seguido durante casi tres años. He estado en Brasil, con 1,5 millones de personas en Copacabana; he estado varias veces en la Plaza de San Pedro, con él muy cerca de mí, he estado con él en una audiencia personal dándole la mano, y es un tipo al que se le ve sin ningún medio. Como le vemos es como es: quiere dar la mano a la gente, quiere besarla, levantar a un niño, no le gusta estar rodeado de gente oficial, quiere su contacto humano y para mí es una persona sin miedo. Tal vez de lo que es consciente es de que está corriendo contra el tiempo, en un momento del libro yo le llamo el «running Pope», como le decía, en el sentido de que lo que no quiere hacer -y yo creo que lo ha dejado muy claro- es que no quiere terminar como Juan Pablo II, en los últimos meses de su vida, sin poder decir ni una palabra y casi sin poder moverse. Estaría dispuesto a jubilarse antes de eso, por ejemplo, si tiene un problema de cabeza, si se cae y no se puede mover, si tiene demencia o algo así. Al mismo tiempo tiene casi 80 años, tiene medio pulmón como sabemos y el problema de la ciática, yo creo que no diría miedo, sino la conciencia que tiene es la de no haber hecho lo suficiente antes de morir. Y eso lo tenemos todos, volvemos a la humanidad del Papa. Eso le hace más como nosotros.
Pero no le ve muriendo siendo Papa...
Cualquier cosa. Éste es el Papa de las sorpresas.

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