Una nueva belleza

Una nueva belleza
Una nueva belleza que sólo yo reconozco: la que brota de mi alma

martes, 10 de marzo de 2015

El contexto ético y político del psicoanálisis[1]
José Miguel Marinas (UCM)
La experiencia psicoanalítica nace y se establece en medio de una situación de crisis: (a) paso del orden burgués a la sociedad industrial y al inicio de la cultura del consumo ostentatorio, y, consiguientemente, dos fenómenos nuevos: (b) crisis de las identidades de linaje o de los orígenes y vigencia del productivismo, y (c) aparición de una cultura del disfrute o del gozo improductivo que atañe a todos los aspectos de la vida pública e íntima.
Esta encrucijada genera variadas formas de diagnóstico y de intervención entre las que ocupa un lugar especial del psicoanálisis freudiano. Tal vez la primera enseñanza de la experiencia analítica, sea la de seguir acompañado las crisis del presente,manteniéndonos lúcidos para reconocer la anomalía como condición, y la apertura moral como destino.
Como apunta Carl Schorske, en su libro que es como un mosaico Viena fin-de-siécle, el psicoanálisis, aun sin pretenderlo, es una respuesta junto a otras que se dan en los movimientos sociales, el arte, la transformación de las identidades urbanas, los nuevos síntomas y modos de sufrir y de gozar.
Mi tesis es que el psicoanálisis nace y se desarrolla en contexto (es decir tejido con) esas formas, que son inseparables de él pero que no se confunde con ellas. Distintos y unidos como el bordado y el tejido que lo soporta.
La tarea en la que estamos actualmente empeñados es ver lo propio de la experiencia psicoanalítica y de su continua teorización (decir de lo imposible de la experiencia, algo que se constituye en teoría) frente a otras formas de saber y de práctica. Junto a otras formas de saber y de práctica.
Por ello estos trabajos tratan de mostrar lo específico de la vertiente ética y política del psicoanálisis (que no se confunde con la ética académica) y su peculiar modo de interpretación (que es “escuchar con lo inconsciente” y no una mera hermenéutica)
Veamos con un poco más de detalle este itinerario
(1) Lo político y lo ético en su relación con el psicoanálisis
(2) El régimen del fetiche: el tiempo de Freud
(3) El régimen del simulacro: el tiempo de Lacan
(4) El régimen de lo real: el tiempo postlacaniano
1. Lo político y lo ético: “un saber exquisitamente social”
Como sin duda se sabe, Freud le escribe una carta a Groddeck en la que, ante las reticencias de este para acudir a un congreso de la IPA, le advierte que el psicoanálisis es una práctica exquisitamente social. Ese es el nudo con el que comenzamos. Pues más allá de recomendar un estilo protocolario en el trato con colegas más o menos pelmazos, Freud le señala laimplantación en la polis que la experiencia psicoanalítica tiene.
El análisis se ocupa de las perturbaciones del sujeto, es decir del vínculo en el que este se forma. Vínculo entendido desde la doble tensión relacional que Lacan saca a flote:
(1)el deseo es siempre deseo del otro (genitivo subjetivo: alguien me desea) y (2) el discurso es siempre discurso del otro (genitivo objetivo: en el campo del otro hablamos)
Su implantación, su estar tejido socialmente, es también tarea ética y política de la reflexión psicoanalítica.
Lo político es la configuración en un momento dado del vínculo social.
Por ello no nos interesan las instituciones políticas, sólo. No nos interesa la institución psicoanalítica (con ser imprescindible pensarla a fondo). Es algo más básico: cómo se constituye el sujeto ( el sujeto de lo inconsciente – en su radical diferencia y en su articulación ( las dos cosas nos interesan) con el que podemos llamar el sujeto civil, el de las ciencias sociales, si se quiere. Cómo se constituye en las interacciones y en las alianzas y en las guerras, en las denegaciones y en las distorsiones. Lo político está tejido con la experiencia del análisis y con su discurrir teórico. Ya no podemos pensarlo como si el análisis no existiera.
Lo ético su cara interna tiene que ver con la deliberación que busca establecer un valor, un bien, que se concreta en derechos que son ideales reguladores (no adornos) y que está abiertos porque somos nosotros mismos, deliberativamente, quienes los estatuimos.
La experiencia del análisis presenta una piedra de toque (de escándalo) a la reflexión moral, porque
(1) tiene en cuenta el sujeto de lo inconsciente, la otra escena, el sujeto del deseo y del discurso. Freud comienza esta problemática con un capítulo de la Traumdeutung lleno de sabiduría y discernimiento Somos responsables de nuestros propios sueños Hildebrandt y Maury le guian en la interpretación del sueño como señal de alarma (dice Anzieu en la Estructura de la Traumdeutung). Como apertura, diríamos, de escenarios que atraviesan la propia vida consciente y que piden un análisis, diríamos en castizo: no silbar y mirar para otro lado.
(2) nos demuestra que el análisis es en su centro mismo una experiencia ética: aquella en la que alguien es capaz de mirar su dependencia intrínseca del discurso de la ciudad y de su aparato gramatical teológico (Nietzsche) y puede encaminarse a la autorización de sí como fuente de la moralidad. Cuando el objeto a minúscula se entrega al lugar del analista, puede inaugurarse – dice Lacan en el seminario XV, del acto analítico – la realización del sujeto, por la aceptación del límite, de la castración, de la incompletud, de la manquedad. Puede fundar entonces y vincularse. Sin enajenación.
Mucho decir parece esto, pero por aquí va un saber de experiencia y más allá de ella, pues nos introduce en derroteros poco frecuentados de nosotros mismos. A la vista están, son éxtimos, no íntimos (dice Lacan). Por eso el psicoanálisis tiene que ver desde su comienzo con la ética en un triple sentido:
(a) desmonta los sistemas morales dominantes. Señalando las contradicciones que existen entre una moral productivista (la del régimen del fetiche, de la mercancía) y una moral del disfrute (la del consumo, del régimen del simulacro), que impele a gozar. Decir que la mujer es sujeto de deseo es atentar al corazón de la doble moral machista del fin de siglo xix (y del xx). Decir que los infantes también desean es desmontar una teoría social de las edades cristalizada según la misma lógica productiva. Muchos síntomas anudan la tensión entre estos dos escenarios más el del antiguo régimen (que pretende que la mujer no goza, ni produce).
(b) Indagar la fuente de la ética que no es otra – como Kant nos enseña en su Crítica de la Razón Práctica – que el deseo en su encuentro con la ley.
(c) Ofrecer una experiencia (un saber extemporáneo, recuperado) en la que una pueda descubrir su otra escena, autorizarse a sí mismo a trasvalorar los valores, esto es: fundar. Valores que de lo inconsciente vienen y a lo político van.
Por ello está bien retomar la expresión de Hannah Arendt: lo que está en juego. Leer lo que está en juego en cado momento de la fundación psicoanalítica. En sus momentos de carisma y en sus meandros burocráticos. Impropios, se diría, de un saber emancipatorio. Pero tan humano…
Esta formulación de la implicación del análisis con lo político y lo ético, nos abre – por razones profundamente éticas (recordemos la insuperable sentencia de la escuela de Franfkurt: la epistemología como teoría crítica de la sociedad ) a darnos cuenta del modo específico de saber que trae el psicoanálisis.
Un saber que Freud va desmigajando en las reglas técnicas de dirección de la cura. Reglas técnicas que podemos comprender bien que son reglas éticas, éticamente sostenidas – y a veces con escisiones amistosas e institucionales – que tienen que ver con ese saber propio que ilumina lo moral y lo político de otra manera.
Así como aprendemos que la génesis del concepto de represión es una metáfora que Freud toma de la vida política (expulsar de una sala pública, tachar la censura zarista un periódico dejando los rayones negros) , sabemos también que la teoría psicoanalítica enseña de inmediato sus manos tiznadas ( las famosas manos sucias de quien se pone a vivir, que dijo Sartre, porque vivir ensucia: la vida mancha).
No es la teoría psicoanalítica embalsamada la que nos interesa contrastar, sino los textos vivos. Si levantamos el entreverado que la teoría tiene con la polis nos damos cuenta de que es en realidad una actividad éticamente orientada a la que hemos de llamar teorizar (verbo intransitivo).
Volver al contexto de descubrimiento, si olvidar el de justificación. Pero sobre todo al de descubrimiento. Qué estaba en juego cuando Freud escribía como un poseso; qué estaba en juego, para que surgiera una experiencia (que encierra un acto) de análisis con una relación tan peculiar con los síntomas sociales, el lenguaje, los significantes banales , dolorosos, repetidos, que Freud lee – dice él mismo – con la misma atención que un escriba lee la Torah. Qué está en juego cuando Lacan va a la Universidad inflamada del sesenta y ocho y tiene el cuajo de decir en una asamblea: Veo que ustedes quieren un amo, pues bien: lo tendrán. Qué está en juego con esta experiencia de saber y de intervenir que hace decir a Ferenzci ante un paciente capcioso – lo cuenta Lacan que no tiene inconveniente en reconocer a Ferenzci, a Winnicott, a Melanie Klein…- dice Ferenzci: no entiendo nada, esto debe ser importante. Qué está en juego en esta forma de saber y de acompañar. Form que en realidad, simplificando mucho, comienza con dos modos de indagar que son uno. Fuera y dentro de la sesión.
(1) Fuera: dejar que surjan las formaciones de lo inconsciente (en la sesión: la indicación de hablar impremeditadamente)
(2) No interpretar ni hacer hermenéutica (en la sesión: escuchar con lo inconsciente: medir, contar y pesar sabiendo de los modos de la condensación y del desplazamiento, también saber sin premeditación)
Que este modo arriesgado (que requiere toda la prudencia) de saber de lo inconsciente exista nos plantea a los filósofos y a los investigadores sociales nuestra relación con el saber y con el sujeto, con el vínculo social y con las instituciones. Nos interpela a pensar de otra manera.
Veamos el ejemplo de Freud que se desarrolla en la industrialización, en el régimen de la mercancía, y del fetiche.
2. El régimen del fetiche: el tiempo de Freud
¿Por qué el psicoanálisis no se agota en el espacio de la sesión?. ¿Por qué adopta dimensiones que no podemos menos que calificar de políticas? ¿Qué necesidad tenía el psicoanálisis de institucionalizarse? Pensando en estas dimensiones de su propio itinerario: ¿qué nos puede decir el psicoanálisis de lo político? ¿ qué nos puede decir de la institución? Veamos tres pasos breves:
(a) Lo político en Freud: su contexto de clase, de etnia, de hábitat (b) La dimensión política de los sueños: el deseo de reconocimiento (c) Institucionalización de la experiencia analítica: el reconocimiento del deseo
(a) Lo político en la vida de Freud nos muestra un contexto en el que se han dado quiebras institucionales y sociales. Desde la feminidad extraña de una reina como Sissi emperatriz – a quien retrata, a quien inventa magníficamente Anna María Moix en su Vals Negro- hasta los modos de resolver la crisis que Mario Erdheim en Die Gesellschaftliche Produktion von Unbewusstsein llama la denegación estética de la realidad social. Precisamente la potencia de un contexto en el que la sublimación, el poner por encima de lo que es el plano pasional, adquiere las formas culturales que conocemos bien por Carl Schorscke . De todos los modos de acción, de producción estética , literaria, organizativa, urbanística que giran en torno al espacio de la Viena de fin de Siglo – es decir de las ciudades modernas, que se metropolitizan , Schorske nos muestra, como otros comentaristas, por lo demás, que todas las dimensiones tienen una inevitable dimensión política. Precisamente porque la ciudad y su crisis es elaborada en el interior de los sujetos y devuelta al espacio público en la forma de síntomas, señales, obras, agitación, destrucción de edificios y de barrios, apertura de mercados, invención de las mercancías como espectáculo[2].
¿Qué supone en este contexto de transición potente entre estos tres modos ser de familia inmigrante, judía, médico por no ser político? Entre un espacio rural que habita la familia de origen, que las fotografías nos pintan como una fragua – Freud que nace encima de una fragua – y un proceso de migración autorizado por el ablandamiento de la legislación discriminatoria por parte del emperador. Un padre dedicado a los negocios, comerciante en lana ¿Venían de Colonia?. En 1850 tenía 4500 habitantes, de ellos 130 judíos. Una familia judía reformada, ( se casa con Amalia Nathanson , cuyo padre había importado , dice Gay, desde Viena, por ese rito ) no hasidica, con niñera católica romana, que enseña a Freud los misterios del culto …De casa de alquiler…Tercera esposa, 1855, cuarenta el padre, veinte la madre, los hermanastros, Emmanuel y Philipp, viven cerca y el primero, de la edad de la madre de Freud, tiene un niño, el tío de Freud que es menor en un año que él, John.
Su libro más querido, más que eso, La interpretación del sueño, su como él lo llamaba “libro del sueño” – dice Peter Gay - “era el producto de una mente conformada en el siglo XIX, pero se ha convertido en una propiedad (elogiada, denigrada, inevitable) del siglo XX” ( 351 ejemplares, la segunda edición en 1909 ). Entre el 60 y el 66, le nacen cuatro hermanas y un hermano – a quien le pone nombre ( los nombres y la implicación política-profesional de Freud: su hijo Martin, por Jean Martin Charcot )
La carrera de un hombre que por todo lo que sabemos entra en la liza política desde una posición liberal - para ser tan ponderado, brinda cuando Lueger pierde las elecciones, sufre cuando las gana – consciente siempre de la repercusión inevitablemente política de sus actos. Por judío, por médico que ha descubierto un nuevo modo de tratar la dolencia mental, por rebelde – adornado de la tenacidad de los mayores, dice en una carta a su novia – , autodeclarado de marginado, “como estoy en los márgenes me siento más libre para seguir mi camino”, viene a decir en un texto de madurez. Un poco señorito, ante los judíos de pueblo, manifiestamente confesionales, toscamente acentuadores de sus rasgos (episodio del viaje a su pueblo desde Viena cuando era estudiante), un poco apátrida (episodio de la reflexión de preguerra, en París en una cena, no se siente obligado a entrar en guerra a favor de Alemania, precisamente como judío) aunque profundamente entrañado en la cultura alemana, es decir la que se asoma a los clásicos. No sionista (episodio en el que en carta a Einstein, 1930 , afirma que no entiende el estado de Israel ) aunque con hijos que lo son. Y más rasgos que le llevan a asociarse de una manera peculiar: pertenece a un club judío – la Bnai Brith, ante quienes presenta su esbozo de la Traumdeutung
Pero, y este es el meollo, sólo fundador de un grupo de terapeutas, de cuidadores del alma, que se reúne buscando el apoyo mutuo, el desarrollo de una teoría que arranca de una nueva experiencia y que poco a poco se establece como una institución de carácter internacional. ¿Quién lo pide?.
(b) El deseo de reconocimiento. Schorske tiene un capítulo en su Viena fin de siècle un capítulo dedicado a Freud, el dedicado al psicoanálisis, que se llama curiosamente “Política y parricidio en Freud”. Por él sabemos que
Freud obtiene su puesto de profesor extraordinario a los cuarentaycinco años. Demasiado tarde y demasiado poco para quien estaba llamado a lo más alto. Lo importante es que la elaboración de este episodio se da en el contexto de la primera transferencia, a saber: la relación con Fliess, médico otorrino, brillante lleno de ideas y de sugerencias en torno a la sexualidad, a la bisexualidad, como dimensión básica de los sujetos. Schorske reproduce un fragmento de carta a Fliess del 11.3.1902 en el que Freud describe, sarcástico el contexto político de su triunfo.
La participación de la población es inmensa. Han comenzado a llover flores y condecoraciones, como si el papel de la sexualidad hubiese sido de improviso oficialmente reconocido por su Majestad, el significado del sueño confirmado por el consejo de Ministros y la necesidad de una terapia psicoanalítica de la histeria aprobada por el Parlamento con una mayoría de dos tercios
Schorske, que lee bien lo político y lo psicoanalítico, se queda aquí con la letra y recuerda: en la interpretación del sueño había dicho: “donde hay chiste se oculta un problema” . Pero, en este mismo orden, aparece la extraña y al tiempo familiar lógica del hallazgo analítico: estas imágenes no vienen del aire. En el mismo trabajo, tan poco divulgado aún como importante para Freud que se ha jugado el reconocimiento académico precisamente en esta dirección, aparece el gran enunciado: el sueño es la realización de un deseo, como ocurre con el chiste. A partir de este momento Freud, comienza a recoger muestras para abonar la implantación cívica, urbana de su hallazgo: el chiste, el acto fallido, la psicopatología de la vida cotidiana. La Esfinge no será un mero emblema de jardines, sino la alegoría de la entrada en la ciudad, en la condición ciudadana[3].
El problema no era la ensoñación irónica de Freud: el problema era la realidad de un parlamento que en 1902 estaba paralizado por la histeria y la fragmentación y no lograba ni siquiera un tercio de apoyos para ninguna iniciativa legal. Y esto resulta preocupante porque no sólo es que socialmente surgen, salen a la superficie los venenos, que decía R. Graves enYo, Claudio, los venenos del antisemitismo y del protofascismo, sino porque esto veta la carrera, la profesionalización de los que por una y otra razón
( judío, liberal ) son vistos como los otros.
Freud recurre para este nombramiento (era Privatdozent desde hacía muchos años, demasiados) a las relaciones con alguien que está en el poder. El episodio está documentado por él mismo. Y vemos lo vulnerable que era Freud en 1900, a pesar , dice Gay , de su autoanálisis. Eludía los riesgos del éxito invocando el espectro del fracaso – en las obras completas hay un trabajito señero: el autosabotaje en situaciones de éxito – Tendría que haber sabido, apostilla el buen Peter, que la originalidad y el carácter desagradable de sus ideas invitaban al silencio desconcertado o a la desaprobación ultrajada. Algo de esto ha tenido en las sesiones de la universidad en las que sugiere la sexualidad infantil. Total que el nacimiento del “hijo del sueño” le deja insatisfecho. Dice en carta a Fliess que se quedó en ensoñaciones, que me “embriaga una vez más con la esperanza de haber dado un paso más hacia la libertad y la paz . La recepción que suscitó el libro y el silencio que se produje desde entonces han destruido una vez más la relación embrionaria con mi medio “ ( 11 de marzo de 1900) . En Setiembre de 1901 se encuentra en Roma con su hermano Alexander. Historia esta de Roma que mencionan los comentaristas y que el propio Freud incorpora en su proceso de autoanálisis, sintetizando: la fascinación de una ciudad que es originaria, que fue conquistada por un extranjero, Aníbal, pero más: la identificación con esa conquista, en la posición del antirromano, del judío.
Sacó partido de las oportunidades psicológicas que la conquista de Roma puso a su alcance. Su visita fue a la vez emblema e instrumento de una mayor libertad interior, prenuncio de una nueva flexibilidad para la maniobra política y social; lo ayudó sustancialmente a emerger de ese limbo ambiguo, a medias gratificante y a medias descorazonador, de su “espléndido aislamiento”. En el otoño de 1902, Freud empezó a reunir en Berggasse 19, semanalmente, a un grupo de cinco personas. Pocos meses más tarde obtenía la cátedra, es decir el puesto de profesor Extraordinario Ausserordentilcher Professor. Freud reconoce, la Interpretación, el papel social del profesor ( “convierte al médico en un semidiós ante sus pacientes “)
En carta a Fliess, una de las últimas de su correspondencia, tras la de Fliess en la que le ha felicitado por su maestría y reconocimiento, le confiesa que ha habido influencias y que él se ha plegado a la realidad del poder, desgraciadamente. Llevaba desde 1885 comoPrivatdozent, y finalmente – “Como quería ver Roma de nuevo, atender a mis pacientes y mantener contentos a mis hijos”, se pone bajo la Protektion “así decidí romper con la virtud estricta y dar los pasos apropiados como los demás mortales”. Sgmund von Exner, su profesor de fisiología, le recomienda que se busque una contrainfluencia personal para neutralizar los ánimos del Ministerio de Educación,. La primera es la mujer de Gomperz, quien le proporciona la tradución de S. Mill – Freud , como Unamuno, como tantos, también traduce – Nothnagel y Kraft-Ebing deben renovar su propuesta, pero nada sucede. Lo logra por fin con la baronesa Ferstel - quien intercede con el Ministro, una pintura moderna de Emil Orlik para una galería . Se lamenta de haberse mantenido tan pasivo. Otros lo han logrado sin necesidad de tener que viajar a Roma. “Este viejo mundo está gobernado por la autoridad como el nuevo lo está por el dólar”
Lección de realismo político. Estrategia de supervivencia en tiempos de discriminación. Ambas cosas llaman la atención .Pero en esa misma carta concluye: “y yo me he inclinado por primera vez ante la autoridad”
En el momento en el que, como dice Schorske citando a Hebbel, Viena se constituye en el pequeño mundo en el que el grande hace sus pruebas, sus ensayos, es cierto que existen, por Lueger como síntoma, indicios de que la autoridad “no ignora los motivos confesionales”. Es cierto el contexto, es cierta la innovación de las teorías que lleva – y este es otro de los registros de lo político: la ideología académica – a alguno de sus ulteriores mentores a considerar “fábula” la hipótesis de al sexualidad , y lo es también el contexto de la muerte del padre, quien es la figura mediadora con lo político. El padre demasiado pacífico y adaptacionista, como refiere Freud en el episodio del encuentro con el gentil que termina con un papirotazo en el sombrero, recogerlo y seguir. Schorske sintetiza así esta coyuntura:
“El evento neurálgico, la pérdida más lacerante en la vida de un hombre”, según el juicio valorativo de Freud. Sea cual sea la validez general de este a aserto, en el caso de Freud lo fue sin duda. La muerte del padre, ocurrida en el 1896, ocurrió a tiempo para agravar automáticamente las demás dificultades en las que se movía el hijo. Sus sueños y autoanálisis, demuestran de modo claro como la crisis que esta pérdida determinó en él generó un sentimiento de fracaso profesional y de culpa política. Para disolver el fantasma paterno, Freud tenía que, como Hamlet, afirmar el primado de la política expulsando lo que había de podrido en Dinamarca ( su empeño civil) ,o incluso neutralizar la política reduciéndola a categorías psicológicas ( su empeño intelectual).
En los términos mismos en los que más recientemente J. Hassoun – el autor de Le mal, lieu común de l’interculturel - plantea la conveniencia de plantear lo político como del orden mismo de los objetos del análisis. Lo que forma vínculo en el orden de lo inconsciente, lo simbólico que llamará Lacan, la articulación de la pulsión de muerte con las pulsiones de vida, dice Hassoun. Lo que aquí se abre trasciende lo biográfico, pero no lo olvida.
(c) La institución y el reconocimiento del deseo. Qué ocurre para que se forme un grupo y luego una institución. La pregunta no es obvia y aquí tampoco. Podemos hacer dos hipótesis globales: una de tipo externo-adaptativo: el grupo lo funda Freud para defender una experiencia y extenderla y por ello, con esta visión fundacional, se entienden bien todos los aparentes sinsentidos : que de un grupo en el que la experiencia el fácil a los judios y menos a los protestantes ( dice en carta a Abraham sobre Jung) apueste por quien es no viejo, no judío, no vienés para presidir la internacional…Apueste por pegar la hebra con los estadounidenses como primeros reconocedores académicos y públicos de su hallazgo.
La otra es el grupo como analizador, como otro de la transferencia que exige el continuo esfuerzo de lectura de la experiencia , resuscitar lo teórico a partir de lo vivido. René Kaes analiza los grupo desde esta óptica fundacional. Didier Anzieu teoriza lo inconsciente grupal. Siguen siendo buenas vías para pensar la institución. El proceso de formación de la institución analítica está muy bien contado en Peter Gay, entre otros, y también con sus sombras en Paul Roazen, Freud y sus discípulos. Y, más recientemente, los trabajaos sobre el caso Dora y sobre el caso Sabina Spielrein, en el libro de John Kerr , La historia secreta del psicoanálisis / en el original : The most dangerous method ).
El movimiento que comienza en el momento vienés: un grupo de escucha mutua y de rivalidadevidente.En otoño de 1902, por iniciativa del vienés médico Wilhelm Stekel “se reunierone en torno a mí – dirá Freud- con el propósito declarado de aprender, practicar y difundir el psicoanálisis. Todo empezó con un colega que había experimentado en sí mismo los efectos benéficos de la terapia analítica” (Historia del Movimiento .Psicoanalítico). Sus ideas sobre el simbolismo del sueño son reconocidas por escrito por Freud.
Eran sustitutivo de Fliess, brindaban un reconocimiento que no había obtenido por laInterpretación, permitían – añado yo – precisar las ocurrencias de la teorización. Luego renegará de Stekel, quien se tenía por apóstol de Freud que era su Cristo. La sociedad psicológica de los miércoles tenía otros tres. Max Kahane ( traductor de Charcot al alemán, como Freud) , Rudolf Reitler ( el segundo analista después de Freud, muere en 1917) y Alfred Adler ( médico de ideas y militancia socialista, interesado en los usos sociales de la psiquiatría). Cada noche era como una revelación. Pioneros en una tierra desconocida, guiados por Freud. En 1908 los cinco son la base de la Asociación Psicoanalítica de Viena. Luego el momento de elección de los apóstoles: Abraham, Jones, Ferenczi, Max Eitingon. Y finalmente la expansión internacional
2. El régimen del simulacro: el tiempo de Lacan
En nuestro proyecto de investigación[4] , tratamos de debatir un problema que supera disciplinas y escuelas y que podemos formular como sigue: si el vínculo social está en crisis ¿qué dimensiones, conscientes e inconscientes, entre públicas y privadas, nos pueden ayudar a comprender sus causas? ¿En qué medida la mirada psicoanalítica, vieja conocedora de los vínculos, puede aliarse con una filosofía política que reflexiona por encima de las bardas de la academia?
Como se puede ver, hay, desde el comienzo, una voluntad de entrar en diálogo y en debate, desde perspectivas que consideran la psyche, sin negar su carácter inseparable de la dimensión política, sin negar que psyche está tejida con polis, con las redes y vínculos sociales, pero también sin negar el carácter no consciente de la mayor parte de estos vínculos.
La crisis del vínculo, que en otro lugar hemos caracterizado como de vaciamiento de lo político[5], tiene una densidad y un premura especiales, por cuanto toca no sólo a los escenarios de la política institucional, sino a las posibilidades de fundar nuevos vínculos, lo más autoconscientes (mirada que aporta la tradición psicoanalítica) y éticamente orientados (perspectiva de una filosofía política no academicista), que puedan darse en la vida cotidiana.
Si se agravan la preocupación por valores como la seguridad, la confianza mutua, junto con la exaltación de las formas de anomía que alcanzan una especie de picaresca generalizada, y el fatalismo social, es que el diseño consciente de lo que nos vincula no basta para narrar lo que de verdad sucede. Lo sintomático del retorno de la comunidad es que vuelve en forma de simulacro. No es el regreso a lo rural, a lo fundamental: es un simulacro de la vanguardia de la cultura del consumo. No se vuelve atrás, dice Lacan con Freud, sino que se lee nachträglich, es decir poniendo uno, para que lo pasado (que ya no esta ni se le espera) actúe como mercancía nueva. La hipótesis de lo inconsciente nos lleva a suponer que hay otras escenas que desde lo reprimido apuntan, mediante signos enigmáticos (síntomas, lapsus, actos llamados fallidos) y que intervienen en la superficie de lo común: tal hipótesis cambia la mirada sobre lo político.
Y al mismo tiempo, la insistencia de los síntomas que tienen como recorrido el espacio de la polis, así como la consciencia de que los conceptos y modelos psicoanalíticos no se dejan reducir sociológicamente, pero tampoco tienen un alcance puramente endógeno: la represión no es sólo íntima, tiene un momento político. Por eso la revisión de las categorías para pensar la polis (en la que están empeñados algunos filósofos políticos – pensadores políticos, prefería decir Hannah Arendt -) no puede menos que afectar el esfuerzo de teorizar que desde el psicoanálisis se lleva a cabo.
Hay, hoy como nunca, un pensar al encuentro, que deja atrás los predios propios y ensaya acercarse a los síntomas comunes en toda su estatura.
Tal perspectiva nos obliga a la apertura a los problemas, aquellos que aún no tienen nombre definido, desde nuestros saberes académicos pero también con una cierta capacidad de escucha. Esto nos lleva a desmontar nuestras categorías tradicionales que reparten entre público e íntimo, entre individual y social, entre estructural e interactivo, pues todas ellas quedan mudadas en la vida misma y se ven sacudidas por la originalidad del pensamiento que del psicoanálisis se desprende. Originalidad que le lleva a situarse como un no saber entre saberes positivos, como un intento, un deseo de decir de lo imposible algo: un saber que reconoce el límite, la manquedad.
Este itinerario, del que la presente investigación es testimonio, implica pensar qué significa tomar los vínculos desde su reverso. Suponiendo que dejar de lado el hablar “del derecho” y embarcarse en nombrar “del revés” no es un juego geometrizante: es un esfuerzo por conceptualizar de otro modo, si se puede más ajustado a lo que ocurre, desmontando las categorías rutinarias, por más que hayan sido útiles, por más que hayan sido domesticadoras. Es la gran línea que inaugura Lacan con su Envers de la Psychanalyse, ese reverso de lo político que es la trama de los cuatro discursos. Para los que Lacan inventa la inscripción de las fórmulas, de los matemas. El simulacro que crea sentido.
Esta prosecución del sentido de las nuevas figuras del vínculo ( que van desde el retorno de los comunitarismos fundamentalistas, ancestrales, el ansia del estar conectados mediáticamente, el enorme peso de las nuevas comunidades de pertenencia consumista: comunidades de marca, de estilo, de territorio, de creencias) será el punto de llegada de nuestra investigación. El intento de compaginar lo político y el psicoanálisis no es nuevo. Data de mucho antes de los empeñosos intentos de llamado freudomarxismo, o del estructuralismo llamado lacaniano. La mención anterior a Groddek, que el psicoanálisis “es una práctica exquisitamente social”, está nombrando el suelo vincular del análisis, está yendo más allá del cierre familiarista (que debeló magistralmente Deleuze en el AntiEdipo), porque Freud en su núcleo principal, el complejo de Edipo, reúne una estructura relacional – papá, mamá, bebé – con el espacio mismo de la polis, espacio de pertenencia y de fundación, controlado por un ser femenino y animal y formulador de enigmas relativos a la condición humana y ciudadana: laesfinge. Como sabemos, quien responde con acierto a tales enigmas vitales, entra en la condición ciudadana, quien no lo logra no. Y lograrlo no obedece a un momento de inspiración, sino a la capacidad de dirigir la mirada, la capacidad de análisis, al entramado de quereres, ambivalentes, contradictorios, mudables (como sabe bien la cultura del consumo) todos ellos trasunto de un deseo que busca continuas figuras en que aplacarse.
La coincidencia mayor y las más sencilla entre ambas perspectivas es, pues, el interés que desde la mirada que supone lo inconsciente (que supone el sujeto del deseo) y desde la reflexión política existe por atender a los síntomas. Pensar y diagnosticar los vínculos interpersonales, familiares, comunitarios, societarios, no es recorrer las piezas de un rompecabezas más o menos destartalado. Es hacer un inventario de síntomas. Y el síntoma, como Freud enseña, es una solución de compromiso: entre un plano que se ve y se entiende del todo y otro plano que no se acierta a delimitar, el plano de lo reprimido.
Así, mirando nuestro objeto común, los vínculos son ante todo sintomáticos, no se dejan actuar fácilmente, pero tampoco nombrar de manera abierta, clarificadora: no conocemos el modo de articular el altruismo ( del que depende la supervivencia de la humanidad) con la ética del triunfo y competitividad. La abundancia de legitimaciones y, al mismo tiempo, la escasez de sus fundamentos hacen que compartamos rasgos que interesan no sólo a la ciencia social sino también a la pregunta por el deseo y el vínculo: (a) la evidencia de vivir tiempos de anomía, que no es ausencia de normas sino pérdida de vigor del fundamento y articulación de aquellas, (b) los vínculos muestran hoy principalmente su faz violenta, de confrontación, pero además y manera más fuerte, aparecen (c) las formas de desvinculación, la fractura de los vínculos que se tenían por tradicionalmente arraigados y, por ultimo, (d) campea por todas partes un forma de individualismo que leva el nombre de la inmunitas[6], la inmunidad de no sentirse concernido en la tarea común , en la responsabilidad, en la culpa, en la memoria de todos.
Anomía, violencia, desvinculación, inmunidad resultan, pues, cuatro urgentes dimensiones para pensar en profundizar y en las que resulta difícil diferenciar entre tuyo y mío en términos de reparto disciplinar.
Lo que aparece como tares es la inminencia de dar a estas dimensiones problemáticas un formato propio que ninguna disciplina gobierna. Este recorrido de dimensiones, de las que dan cuenta los trabajos de este libro, comienza por la necesidad de una revisión de las lecturas políticas de Freud, de aquellas que en clave hobbesiana etiquetaban la aportación del vienés entre las doctrinas políticamente cerradas y apenas emancipatorias, salvo por una mínima ganancia en decepcionada lucidez: haga lo que haga, la humanidad siempre lo hará mal[7]. Tal negativismo escéptico no parece corresponderse con la continua implicación política de un autor que es capaz de escribir El malestar en la culturapasados los setenta años y una larga serie de intervenciones quirúrgicas.
La revisión comienza, pues, por levantar los lugares comunes: (a) el naturalismo burgués originario (crítica de Bajtin[8]), (b) el encuadre freudomarxista (en el que el desvelamiento de las trampas del psiquismo convergía en el proceso de la emancipación posible), (c) el estructuralismo (centrado en la lectura no contextual de lo inconsciente), (d) la atención psicosocial de Freud (Psicoanálisis de masas) que va más allá de la conquista disciplinar de un campo y afecta al descubrimiento entero.Y sobre todo que muestra su perspicacia respecto a los planos y las formas de desarticulación de los vínculos que en su tiempo (hablamos del momento de la Gran Guerra) están pidiendo explicación y legitimación , ante tanta violencia. Como lo muestra en un fragmento del Psicoanálisis de masas
Así, pues, la psicología colectiva considera al individuo como miembro de una tribu, de un pueblo, de una casa, de una clase social o de una institución, o como elemento de una multitud humana, que en un momento dado y con un determinado fin, se organiza en una masa o colectividad.
Como no hay propiamente dentro y fuera, Lacan inventa su banda de Moebius y luego su nudo Borromeo. Modelos que no representan, sino que inscriben. Como los simulacros contemporáneos de la cultura del consumo.
4. El régimen de lo real: el tiempo postlacaniano
Esta lectura de Freud en la que no se separa íntimo y externo, en la que la imagen de la cinta de Moebius que Lacan aporta sirve bien para desplazar nuestra pesquisa: no hay social-externo frente a psíquico-interno, sino un repertorio vasto y cambiante de formas de interacción, de procesos de fundación de lazos sociales en los que la configuración (su carasignificante), lo es porque significa, porque crea nuevos significados, a veces no evidentes ni claros, en el mundo de la vida.
Estamos ante una tarea intensa que, como Freud aventuraba “sólo la clasificación de las diversas formas de agrupaciones colectivas y la descripción de los fenómenos psíquicos por ellas exteriorizados exigen una gran labor de observación y exposición”.
Esto nos lleva al “afuera” no separable del discurso freudiano. Investigar lo inconsciente del poder, el psicoanálisis de la masas que en su tiempo emergen (tiempo de Ortega, de Simmel, de Sombart) quebrando las formas anteriores de pertenencia y de fundación. El impulso tremendo del carisma en las masas del principio de siglo XX, la identificación entánatos, que anestesia la consciencia crítica. Pero también, y menos analizado tal vez desde este punto de vista, el estudio de lo inconsciente de la auctoritas: los procesos de identificación en eros, que acompañan el establecimiento de lo mejor de los movimientos emancipatorios, sindicales, políticos, culturales, del tiempo de las vanguardias. Bajo el lema platónico de la tékosis en kalló: engendrar formas bellas para vivir en ellas.
Ese tiempo liberal que es el tiempo propio de Freud, que es un laboratorio de la filosofía política que comienza a plantearse intentando leer en las nuevas configuraciones del vínculo social, hermosas y amenazadas. Es el tiempo liberal que entra en crisis y deja ver, como nunca antes, como tal vez no esta previsto en el programa ilustrado, el retorno de todo lo reprimido. Reconstruir los contextos de descubrimiento y justificación de los momentos freudiano y lacaniano no nos evita dos tareas más: ampliar el repertorio de las lecturas (hay más amigos del psicoanálisis, como dijo Ferenzci, que no se ciñen a visitar las parroquias) y pensar el contexto actual de la implicación entre psicoanálisis y lo político.
Este itinerario nos pone en vías de pensar la primera de las tareas. La pluralidad de enfoques y de modos de tratamiento pueden ser seguramente un aliciente para hacer crecer las referencias críticas.
La segunda tiene uno de sus núcleos en la apertura de la teorización psicoanalítica hacia una metafísica de lo político (con inclusión de ciertos aspectos de Heidegger y, menos visiblemente, de Hegel y Kant) y de un acotamiento en torno a la categoría de lo real, que radicaliza, con una fecundidad no exenta de perplejidades, la reflexión sobre la polis.
En efecto, la categoría de lo real re recubre de tanto énfasis, por lo que permite colegir y ensayar nombrar, que a veces se olvida que forma parte - en su génesis y desarrollo – de una imbricación inseparable que Lacan toma del triple anillo del escudo de la familia Borromeo: real –simbólico – imaginario.
Reclamar una “clínica de lo real” o advertir que nos hallamos “en desierto de lo real” puede correr el riesgo – tomando en serio lo innovador de estas exploraciones – de reificar lo que no es sino punto oponible, imposible, pero siempre respecto de lo imaginario y lo simbólico.
A nuestra reflexión de lo psíquico de la polis, interesa sobremanera (a) lo real como acontecimiento, (b) lo real como indecible, (c) lo real como imposible, (d) lo real como lo que hace de las suyas en el sistema, en todo sistema, (e) lo real como ligado al gozo (jouissance) , (f) lo real como hondón del caos, intratable, fecundo, vertiginoso, acechante…y (g) como Lacan dice en la sesión del 19 de febrero del 1974, en el seminario XXI “Les non-dupes errent”: lo Real como algo que se inventa con el nudo bastardo de los Borromeo.
“Todos sabemos porque todos nosotros inventamos algo para colmar el agujero en lo Real (qué sartriano sin decirlo resulta Lacan) /…/ Por eso digo que lo Real, no sólo donde hay un agujero, se inventa, pero no es impensable que no sea por ese agujero como avancemos en todo lo que inventamos de Real, que no es nada porque está claro que hay un lugar en el que, el que funciona lo Real, es que lo hacemos entrar como tres, esta cosa bastarda, porque es seguro que es difícil de manipular lógicamente, esta connotación “tres” para lo Real.
En suma, interesan aquellas dimensiones del discurso que teoriza la experiencia peculiar, impar, del análisis y arroja alguna luz sobre lo no dicho de las tramas de las identidades de la ciudad.
Un modo de explorar el saber del otro, ese saber no sabiendo toda ciencia trascendiendo. Pero con la racionalidad propia de un saber práctico, de discernimiento – no experimental – que lo asemeja al proceso de deliberación que en lo político nos enseñan las nuevas lecturas (inspiradas en Arendt) de la crítica kantiana del juicio: un saber de lo peculiar, que encuentra su formulación, analizando las rugosidades, los nudos, los puntos ciegos, del proceso de enunciación. Por eso hay rigor en el método analítico: a condición de reconocer que lo inconsciente esta estructurado como un lenguaje y que los hallazgos, los momentos de interpretación, detienen un sentido en el discurrir metafórico y metonímico (desplazamiento, condensación, enmascaramiento) de las formaciones de lo inconsciente. Que está por todas partes, en nuestra cultura, en nuestras formas de vida. Que se descubren en el espacio de la sesión ( y en su teoría) pero que no se agotan en ese espacio.
Por eso lo novedoso puede hallarse en la lectura de la vanguardia de los psicoanalistas que piensan lo público hoy, pero también en los científicos sociales, filósofos políticos que, sin renegar de la teoría propia, se abren a los pequeños desplazamientos: preferir hablar más que de identidad, de procesos de identificación, más que de comunidades de pertenencia (de las que somos), de comunidades de fundación ( las que hacemos), más que de comunidades de añoranza, de toda forma de communitas ( grande o pequeña, rural o urbana, de la mayoría excluida o de la minoría consumista) que explora el vínculo social como regido por el mercado, pero también por la ética del don.
[1] Publicado en JM Marinas (coord) Lo político y el Psicoanálisis: El reverso del vinculo, Ed. Biblioteca Nueva. Madrid, 2008.
[2] Como ya desarrollé esto en La fábula del bazar ,Orígenes de la cultura del consumo (A Machado, 2001) – me remito a ello y a la consideración de tres ciudades, barroca, del trabajo y del consumo como soporte de los conflictos que el análisis recoge y analiza.
[3] Puede verse mi libro La ciudad y la esfinge. Contexto ético del psicoanálisis, Ed. Síntesis, 2005
[4] Es resultado del seminario de investigación del proyecto coordinado por JM Marinas, “La polis europea: crisis del vínculo social y nuevas figuras de lo político”. FECYT, Proyecto HUM2005-05506-C02-02. Del que son investigadores Cristina Santamarina, Gonzalo Abril, Carlos Soldevilla, Stella Wittenberg, Mará José Sánchez Leyva.
[5] JM Marinas, El síntoma comunitario: entre polis y mercado, Antonio Machado, Madrid, 2006.
[6] Es el concepto que Roberto Esposito ( Inmunitas, Amorrortu, 2006) pone en marcha: a su itinerario hermenéutico y etimológico podemos añadirle más dimensiones del síntoma político y psíquico.
[7] Howard Kaye, “A False Convergence: Freud and the Hobbesian Problem of Order”., Sociological Theory, 1991, vol 9, pp. 87-105.
[8] Bajtin, M., Le Freudisme.Lausanne:L’ Age D’ homme, 1980. la version inglesa a cargo de su alter ego: Voloshinov, V. N. Freudianism: A Marxist Critique.Nueva York: Academic Press, 1976.

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