Una nueva belleza

Una nueva belleza
Una nueva belleza que sólo yo reconozco: la que brota de mi alma

miércoles, 1 de octubre de 2014

Meditemos… Lleguemos al fondo de nosotros mismos… reconciliemos nuestro mundo interno con nuestro mundo de relaciones… Vivamos a fondo esta transformación, esta oportunidad de iluminación…Tomando como inspiración esta premisa, asumo exponer mi mundo interior en plenos 62 años, elaborando este blog...Debo decir que mi primer gran dolor como madre de familia fue la migración de mi hija Gabriela, apenas dejando la adolescencia, a Estados Unidos, sola, sin apoyo y por pura voluntad personal para no calarse el gobierno de Hugo Chávez Frías..No pude hacer nada...sino dejarla ir con lágrimas en los ojos y el corazón desgarrado, además con mucho miedo....Hago mías las palabras del Dr. Rafael Muci-Mendoza para describir la experiencia que vivió mi padre, alemán, al emigrar a Maracaibo y la de mi esposo, Mario, quien junto a sus padres y hermano, tuvo que emigrar de Italia a Venezuela, asi como Don José Muci Abraham salió del Líbano y levantó familia en Venezuela, para ellos "Tierra de Gracia"...Los nietos de esos hombres, mi padre y la familia de mi esposo que forman mis ancestros y los de los de mis hijos, están viviendo la misma tragedia...Gabriela triunfó por su tesón y valentía allá en USA, pero yo como venezolana no quiero dejar mi país, y miro con dolor la migración de tantos muchachos que quiero y no sé si la de mis otros hijos y nietos...No sé...

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Elogio de la amputación...


Rafael Muci-Mendoza




...les recordamos -como alguien dijo- que regresar es el motivo de todo

viaje...



Somos tantos los amputados... Alguien diría que es inmemorial a la

humanidad. Los pueblos derrotados e invadidos crean la mayor cantidad de
amputados, pero no esos que usted supone, sin brazos ni piernas, sin un
ojo... sino aquellos a quienes han sido amputados sus afectos, las ramas de
un árbol vigoroso para volverlo débil y tiñoso especialmente cuando la edad
cuenta... Mostraba mi padre en su espalda pequeñas cicatrices lineales
dispersas. Eran tiempos de la dominación otomana en su amado Líbano. Las
magras cosechas que podían serle reclamadas a la tierra agreste, eran
escondidas bajo la tierra para preservarlas de los zorros y especialmente de
la rapiña invasora. Los más jóvenes eran torturados para que revelaran los
escondidos sitios de acopio. Apretó los dientes, nada reveló cuándo el
ferrete incandescente cimbró su cuerpo y quemó su carne inocente.
Desesperados los padres buscaban cómo aventar a sus hijos, como disecar la
carne de su carne en aquel dolorosísimo proceso de separar lo inseparable,
para enviarlos allende los mares y salvarlos así de la barbarie. Jóvenes
promisorios que en amplia y dolorosa diáspora se diseminaron por campos
afectuosos o mezquinos, y muchos como mi padre llegaron a esta tierra de
gracia, besaron su suelo y se hicieron tierra de la generosa tierra
conjuntándose con su gente y sus costumbres. No supieron de la muerte de sus
padres ni de la suerte de sus hermanos. Las comunicaciones eran tan exiguas
que las separaciones eran verdaderas amputaciones harto traumáticas. Traían
en sus alforjas deseos de trabajar, de hacer patria en patria ajena, de
ayudar a su familia lejana. Los de su raza eran gente sana, industriosa,
inteligente, duros y dispuestos para el trabajo sin pausa y de vida austera,
que venían al país sin un centavo en el bolsillo pero con cinco mil años de
ventaja en el arte del comercio, ese legado de antiguos navegantes fenicios,
arriesgados y batalladores, y en razón de ello, pronto eclipsaban a los
nativos. Su vocación de trabajo y sus vidas sobrias permitió a esos como mi
padre ahorrar y financiar, no sólo los estudios de sus hijos, sino los de
sus sobrinos que habían quedado en ¨su tierra¨ y de innumerables ahijados
que adquirieron mi mamá y él, entre sus paisanos, inmigrantes europeos y
nativos, a quienes dieron y mucho, sin intereses malsanos y sin ser
requeridos. Lágrimas de amargura pujaban por brotar de sus curtidos ojos
cuando nos contaba que salió a escondidas al puerto evitando la guardia
otomana para abordar un barco como polizón y no pudo despedirse de sus
hermanas ni recibir la bendición de sus padres en el puerto de Trípoli que
en la antigüedad había sido centro de la confederación fenicia que
conformaba con otros distritos: Tiro, Sidón y Ruad. Mucho tiempo después se
enteró con dolor que cayeron víctimas de esa pandemia que fue la gripe
española de 1918 que solo en un año mató entre 50 y 100 millones de
personas. Después vendría el batallar en tierra, costumbres y lenguaje
extraños, todo, facilitado por la acogida bondadosa y desinteresada de los
habitantes de Guayabal del Estado Guárico, donde encontró una mujer insigne
y fiel que le acompañó por más de sesenta años y que fue mi admirada madre.


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Como madre sentí el Síndrome del Nido Vacío.
Pero además de todas esas virtudes que adornaban a los libaneses, aunque

tenían fama de avaros, eran por lo contrario, también muy caritativos. Lo
que muchos ignoran es que venían de una cultura de carencias en la que
aprendían a guardar un equilibrio entre la abundancia y la escasez: Durante
la cosecha se consumía lo necesario y se guardaba el excedente. Era la
cultura de pueblos semíticos como árabes, judíos y fenicios. Allí
adquirieron un alto sentido del ahorro, que como dijimos era visto como
codicia, sin que se llegase a comprender que su sistema metódico en el
aspecto económico obedecía más a la necesidad de mantener un respaldo
monetario en un país desconocido, que un puro afán de lucro. Quizá por eso
mi padre clamaba en sentido figurado que le dieran a Venezuela para
gobernarla ¨un año¨, para hacerla productiva y ordenada, para sembrar
doquier seriedad, felicidad, prosperidad y justicia para todos; y
especialmente honestidad y compromiso. A Dios gracias se fue hace muchos
lustros y no alcanzó a atisbar los negros nubarrones que se arremolinaban en
el poniente debido a la incuria de muchos venezolanos y que finalmente
desembocó en la borrasca comunista de nuestros días... que, borrasca al fin,
con absoluta seguridad se extinguirá en su propio accionar...

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Ahora somos nosotros, sus hijos, los que vivimos la invasión extranjera,

suerte de ocupación otomana agavillada donde se conjugan cubanos, rusos y
chinos aupada por Chávez y sus sucesores, que dispendiosos y sin
consentimiento traicionaron y regalaron la patria y malbarataron sus
riquezas. Hemos sido echados de lado, perseguidos por no pensar igual, por
aspirar al mérito y a la excelencia, por ser fieles a la palabra empeñada y
al juramento prestado. Legiones de mal vivientes han sido lanzados a las
calles para secuestrarnos y matarnos, para hacer el país invivible, para
sobre la base de amputaciones forzarnos a abandonar el país en nueva
diáspora de jóvenes íntegros, bien formados, inteligentes que a su vez,
echarán raíces en predios desconocidos. Deseamos para ellos la mayor suerte
y el mejor de los éxitos, pero al mismo tiempo les recordamos -como alguien
dijo- que regresar es el motivo de todo viaje...

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Ahora se repiten tiempos de ocupación extrajera, cubana para más señas,

regalado el país a traidores, ladrones y asesinos y sus métodos de
amedrentamiento del colectivo para hacerse del poder omnímodo, y que les han
sido útiles por más de medio siglo en aquella isla de la infamia, injertados
en esa tierra que mi padre admiró y nunca se cansó de agradecerle, para que
la triste diáspora se repita. Ahora perdemos parte de nuestros cuerpos, se
nos amputa la carne por desgarramiento, nuestros hijos huyen con nuestra
aprobación cuando temen por sus vidas y por la culminación de sus metas cada
segundo, y de paso nuestros nietos se llevan parte de nuestro corazón
desecho sin que sepamos cuándo será el último encuentro, el último abrazo,
el último beso... Pero al menos sabemos que en tierras extrañas sus derechos
humanos y ciudadanos les serán respetados y podrán -como mi padre- echar
fuertes raíces y emprenderán una nueva vida llevando las enseñanzas de su
hogar bajo su piel y transparentándolas en sus acciones. Por ello, nos
conforta el poema  de la Hermana Teresa de Calcuta:




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Pero no se crean que esto se queda así... Ustedes, traidores, ya son

¨periódico de ayer¨. Les derrotaremos con la verdad, con el deseo sincero de
hacer una Venezuela digna y próspera para todos los venezolanos sin ningún
distingo, donde se respete y se promueva la excelencia, la jerarquía del
espíritu y el poder del intelecto en beneficio del bien común, seremos como
el mito del ave Fénix que renacerá de sus cenizas con toda su gloria y será
símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la
purificación y la inmortalidad con la virtud de sus lágrimas curativas. Por
ello muchachos tengan fe, ustedes regresaran a un país decente, nos
encargaremos de que así sea.


Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas

aromáticas, ponía un único huevo que empollaba durante tres días, y al
tercer día ardía. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a
cenizas, resurgía del huevo la misma ave Fénix, siempre única y eterna.

Esto ocurría cada quinientos años.





Gabriela...



LOS HERALDOS NEGROS 1918
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Firma
Firma cvallejo.png

de abril de 1938)

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César Vallejo en 1929


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